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Ayer me encontré una foto tuya.

Publicado: octubre 9, 2013 en Siempre tú.-

Estás más guapo que cuando te dejé.

Y lo pienso y lo pienso… Y me alegro!!! Porque mira que eres presumido…!!!

La verdad es que yo no llevaba nada bien eso de que te miraras más que yo en los espejos… Y en los portales!!

Eso sí, hortera sigues siendo un rato… Jajjajajajaj… Sí, sí… Es cuestión de estilos… O de culturas??? Ya no lo recuerdo…

A mí es que el terciopelo nunca me ha gustado… Solo puedo tolerarlo en el telón de un teatro… Supongo que porque nunca lo tengo tan sumamente cerca como para que me dé un escalofrío… Dios, qué grima me daba aquella americana!!!

Y los pantalones de militar… Esos tampoco me han gustado nunca… Sí, ya… La moda… En fin…

Los calzoncillos… Bueno… Pues tampoco eran de mi estilo… Pero qué se le va a hacer… El amor es ciego.

Parece que te va bien. Al menos tu cara era de esas que tú y yo conocemos… Cuando te gustas tanto que ya no sabes ni cómo explicarlo y solo eres capaz de hacer esa mueca… Exacto, esa.

La fotógrafa no era mala tampoco… Las cosas como son… Y ese filtro intenso le dio un toque especial a la imagen…

Me gustaría saber qué tal te va… Si has conseguido hacer las Américas… Si te has comprado un canario… Si tu hermana se ha casado… Si aquella morena de pelo largo todavía te aguanta… Si tu madre ya se ha hecho con isla… Si ya sabes de dónde eres y dónde vas… Si el enano ha encajado bien en su vida cuadriculada… Y si ha hecho alguna publicación más… Un intelectual, tu hermano… Y tu padre…. Qué será de tu padre… Y el director? Dirige o descansa? Oye, sigues jugando al fútbol? Y haciendo cocido madrileño?

Yo sin muchas novedades.

Un beso,

Sabela.

Siempre cuesta un poco.

Aunque cada vez menos.

Y no, no tengo claro si eso es bueno, entonces.

La verdad es que ha sido raro. Has sido raro.

Esperaba comprender. Pero sigo sin entender nada.

No hay mal que por bien no venga.

Veremos cómo de malo fue. Y cuán de bueno puede llegar a ser.

Mientras tanto, me quedo con la fase. Con la única fase. (http://wp.me/p1fbay-9o)

Y mira que me lo dije… Que el misterio dura más que la certeza.

Y solo había una fase.

Hoy, de madrugada, encontré la respuesta.

Solo había una fase.

Yo no lo sabía.

Pero solo había una fase.

Y Rafael Berrio, primero, e Eef Barzelay, después, quisieron decírmelo.

Pero yo no escuché que solo había una fase.

Y esta mañana ya no hay nada.

Y esta mañana solo quedo yo.

Cerré los ojos y recorrí tu casa.

Fui capaz de escuchar el sonido de la llave en la cerradura. Tu saludo al otro lado de la puerta… Qué tal el día, amor?

También escuché el golpe de la puerta al cerrarse. El golpe que cerraba un mundo y abría el nuestro.

Miré a la izquierda y vi la ventana, con la mesa de Ikea que montamos juntos. La tabla de la plancha y un par de camisas con botones en el cuello. Una corbata burdeos. Una maleta a medio llenar por si había que escapar. También vi el mueble negro y rojo que pinté en varios días, con el pijama puesto, y sentada encima de varias hojas de unos viejos Cinco Días.

Luego di tres pasos y me quedé parada en el medio de la entrada.

A la derecha estaba el sofá blanco con la manta que tantas tardes y noches nos abrigó. Enfrente la tele, con un capítulo de Friends.

Pude mirar por la puerta del balcón. Y ver la gran nevada de hace tres años que cubría aquel patio interior.

Sin querer volví la vista atrás, buscándote, supongo. Y estabas allí… Claro que estabas… De espaldas… En tu mundo… Cantabas algo, pero no pude averiguar qué era esta vez… Disfrutabas cocinando… Aunque de vez en cuando pasabas tu mano por el ratón del ordenador y leías algo… Estabas descalzo, como siempre.

Volví a mirar al frente y empecé a caminar.

De nuevo me paré y miré a la izquierda. Vi el termo del agua y sonreí al recordar los cálculos que hacíamos cuando me tenía que lavar el pelo. También vi todas y cada una de las muestras de geles y champús que fuimos cogiendo en los hoteles en los que estuvimos y que yo coloqué cuidadosamente en la estantería de la ducha que menos me gustaba…

Di otros tres pasos y vi esa habitación. La que me dio tanto como me robó. Y la recordé a ella. Y vi esa caja, con sus cosas. Luego vi mi ropa. Y mi maleta. Abrí los armarios y todo estaba perfectamente colocado. La cama me miró y lloró.

Salí sin mirar atrás. Volví a caminar y me paré de nuevo.

A la izquierda volviste a aparecer tú. Esta vez tenías la cara llena de espuma de afeitar y en la mano la cuchilla. Me miraste y me preguntaste si estabas sexy. Lo estabas, muy sexy, pero no te contesté. Pude ver a tu través y ahí estaba yo tendiendo la ropa. Luego me secabas el pelo.

Y, sin querer, me giré, di dos pasos, y entré en nuestra habitación. Olía igual que siempre. Parecía que aún vivíamos allí. Sentí curiosidad por saber cómo estaba el armario y lo abrí. No pude evitar reírme al ver que mi ropa seguía ocupando dos tercios de su espacio. Menos mal que solo iba a estar dos meses contigo!! Lo volví a cerrar despacio, como si todavía estuvieses dormido en la cama. Y salí de allí.

Recorrí el pasillo, esta vez mirando al frente.

Cuando llegué a la puerta y la toqué por última vez te escuché decir: «Adiós, amor. Que tengas un buen día».

Un día de una semana de un mes de un año puede no significar nada, o puede significarlo todo.

Cuando te despiertas por la mañana, no sabes lo que va a pasar. No tienes ni la más remota idea de todo lo que puede suceder o de todo lo que puede no suceder.

Si no escribiese estas líneas, habría dejado de ser más yo de lo que un día fui contigo.

Hoy es doce de febrero, de 2013.

Y hubo un doce de febrero de 2009.

Han pasado nada más y nada menos que cuatro años.

Cuando me levanté, aquel doce de febrero que se ha quedado por siempre grabado en mis retinas, nada presagiaba que todo aquello iba a ocurrir, que todo aquello iba a durar, que todo aquello iba a…

Y hoy, doce de febrero, cuando me levanté, nada me hacía pensar que iba a acabarlo así.

Podría ser dramática, y decirte que te recuerdo con dolor en el pecho, con ansiedad, con tristeza y melancolía. Pero si dijese todo eso, te estaría mintiendo. Y eso es algo que no hice en estos cuatro años y que no voy a hacer ahora, sin perjuicio de que las letras me lleven por caminos de desgana y nostalgia, de romanticismo cruel y desolador, de historias de llorar con pequeñas pausas para tomar aire. Tampoco lo voy a hacer ahora aunque suene Yasmin Levy, y ella evoque tu presencia con más fuerza de la debida.

No tengo dolor en el pecho, no tengo ansiedad, ni tristeza ni melancolía.

Te recuerdo con serenidad y hasta con dulzura. Te recuerdo con cariño y con tranquilidad.

Y quiero aprovechar este doce de febrero de 2013 para decirte que pasado un año no, pasados cuatro años, no me he dado cuenta de que aquello era mejor, sino todo lo contrario. Tú no eras para mí y yo tampoco era para ti. Aquello fue mientras duró y luego, como este doce de febrero, se fue acabando, hasta que murió.

No, aquello no era mejor. Aquello no era lo que yo quería desde que dejó de serlo. Y por eso te estaré siempre profundamente agradecida.

Ya sabes que todo depende de cómo se mire… Y yo lo miré bien.

Sonrío.

Publicado: diciembre 26, 2012 en Siempre tú.-

Sonrío pensándote y pensándome. Sintiéndome y sintiéndote.

Sonrío porque, una vez más, fue.

Y sonrío también porque ya había sido.

Sonrío tranquila.

Sonrío por esos minutos en los que, sin ser, fuimos.

Y sonrío también por la mirada, la tuya y la mía, que sin decir nada lo dijo todo.

Y es que cinco segundos bastan.

Solo quiero decir que a veces nos emepeñamos en creer que no hemos sido lo suficientemente buenos para alguien, que las cosas fueron mal por nuestra culpa, que si hubiésemos sido así o asá otro gallo hubiese cantado…

Y, sencillamente, lo único que diferencia aquel entonces de este ahora es el tiempo que media entre ambos y, por qué no, a veces el lugar.

Las personas raramente cambian a las personas. El tiempo, que no deja de pasar; el lugar, que también puede cambiar; la vida, sí las cambia.

Y no es que no fueses lo suficientemente bueno, ni las cosas fueron mal por tu culpa, ni… Simplemente no era ni el momento ni el lugar.

Llegará algún día ese momento en ese lugar…?

Que te quería.

Que adoraba tu sonrisa.

Que me gustaba tu mirada.

Que me encantaba verte reir.

Que odiaba verte llorar.

Que me encantaba escucharte decir «esternidar».

Que no me gustaba verte triste.

Que me gustabas todo tú.

Que creía en ti.

Que te admiraba, un año después.

Que soñaba contigo.

Que me gustaba cómo cocinabas.

Que me hacía reir cómo limpiabas el polvo con los pies.

Que me lo pasaba bien contigo cenando en un mexicano, o en casa, o sin cenar.

Que me gustaba ver pelis en VO acompañada por ti.

Que te echaba mucho de menos.

Que hubiese dado un chasquido para volver a ser feliz a tu lado.

Que me seguía proyectando contigo.

Que echaba de menos tus abrazos.

Que me gustaba como olías.

Que me encantaba ser tuya.

Que valías mucho.

Que eras un cielo.

Que sentía que no hubiese funcionado.

Que me hubiese enamorado de ti mil veces más.

Que hubiese vuelto a vivir contigo todas mis vidas.

Que Friends sin ti no significaba nada.

Que gracias a ti soy mejor persona.

Que sentía mis salidas de tono.

Que te quise más que a nadie en el mundo.

Que el hebreo se te daba de maravilla.

Que esa cicatriz era una tontería.

Que tienes una familia fantástica.

Que la vida es mucho más que una etapa.

Que el amor es complicado.

Que me encantaban tus rayadas intelectuales.

Que el otro día vi a un judío en mi calle y casi le hablo.

Que la mariscada de este sábado sin ti no fue lo mismo para nadie.

Que las cosas no tienen la importancia que se les da a veces.

Que eras el amor de mi vida.

Que me hubiese gustado compartir mi vida entera contigo.

Que hubiésemos sido unos buenos padres.

Que hubiésemos sido unos buenos compañeros de vida.

Que lo sentía.

Que te amaba.

¿Cuántas veces más?

Publicado: diciembre 7, 2011 en Siempre tú.-

¿Cuántas veces más voy a intentar boicotearme?

¿Cuántas veces más voy a tener que ponerme a prueba?

¿Cuántas veces más voy a meterme en el conflicto para obligarme a salir de él?

¿Cuántas veces más voy a sentir estas ganas de…?

¿Cuántas veces más esta sensación en mi estómago que no me deja ver más allá, que me ciega?

¿Cuántas veces más voy a permitirlo? A permitírmelo, a permitírtelo, a permitírnoslo…

¿Cuántas veces más mi triste vals?

¿Cuántas veces más «a punto…»?

¿Cuántas veces más «crack…»?

¿Cuántas veces más la misma canción?

¿Cuántas veces más “esta vez no…”?

Cuántas veces más hasta no poder ya más…

(Junio de 2010).-

Decidir.-

Publicado: diciembre 7, 2011 en Siempre tú.-

La vida tiene muchos deberes, muchas responsabilidades, muchas obligaciones.

Una de todas esas obligaciones es hacernos decidir.

Creo que todos los días decidimos. Todos los días, al despertar, estamos decidiendo, una vez más, si ésa es la vida que queremos llevar.

Pero hay días en los que la vida se levanta más exigente y hace que la decisión sea, si cabe, mayor o, mejor dicho, crucial.

La vida nos pone en una encrucijada en varias repetidas veces.

Nos resistimos con todas nuestras fuerzas a decidir.

Mientras, la incertidumbre nos va matando.

Pero llega un día en el que te despiertas y todo ha cambiado. Presientes que la indecisión ha llegado a su fin. Ha tocado fondo.

Inevitablemente tienes una lista mental inconsciente de pros y contras.

Sin más, escuchas que tu boca dice: «Me voy. Se acabó. No lo aguanto más. Y no, esta vez no hay marcha atrás».

Y cuando te das cuenta has cerrado la puerta por fuera.

Y cuando te das cuenta estás pidiendo cajas en tu adorado estanco.

Y cuando te das cuenta tienes tu vida en cajas de cartón.

Y cuando te das cuenta estás negociando un alquiler con un desconocido.

Y cuando te das cuenta estás dándole las viejas y usadas llaves a tu compañero de vida.

Y cuando te das cuenta estás sentada en el suelo de tu nueva (extraña) casa rodeada de cajas de cartón repletas de vida.

Y cuando te das cuenta has vuelto a empezar.

Y es que, sin darte cuenta, habías decidido.

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Y, a veces, no puedo evitar preguntarme porqué decidas lo que decidas, nunca tienes la certeza de que decides lo correcto. Y, a veces, no puedo evitar pensar porqué, si sé que la decisión es la correcta, tuve que decidir así.

(Mayo de 2010).-