Sonrío pensándote y pensándome. Sintiéndome y sintiéndote.
Sonrío porque, una vez más, fue.
Y sonrío también porque ya había sido.
Sonrío tranquila.
Sonrío por esos minutos en los que, sin ser, fuimos.
Y sonrío también por la mirada, la tuya y la mía, que sin decir nada lo dijo todo.
Y es que cinco segundos bastan.