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Hoy he visto a una madre con su hijo. El niño lleva el pelo teñido de rojo. Y entonces he pensado, contra todo pronóstico, que quizá el niño hizo una apuesta que pasaba por teñirse el pelo de rojo pensando que su madre no le iba a dejar y se iba a librar. Sucedió todo lo contrario: la madre le pagó el tinte y de paso le enseñó el valor de la palabra dada.

Paz.

Publicado: julio 15, 2016 en Reflexiones cotidianas.-

Casi hace un año que no escribo nada aquí… Lo acabo de ver en la última entrada (hace 332 días…).

Y hoy me decidido pero para poca cosa, o mucha, según se mire…

Solo quiero decir que cuando te encuentras, el encuentro es maravilloso. Que cuando estás bien, de verdad, respiras y el aire llega a todas partes. Que no hay mejor estado que el que conlleva la aceptación. Y que todo marcha, a su ritmo, pero marcha, y eso es lo importante.

Estoy tranquila, estoy bien, siento esa paz interior que hacía tiempo que buscaba.

Pararse para volver a andar es necesario, imprescindible a veces, diría yo, y yo me paré y ya vuelvo a caminar.

En fin, que feliz viernes, y que como me dijo hace horas una persona que ocupó un lugar importante en mi vida hace 10 años, y que rescató un email que yo le envié hace 10 años, para, sin saberlo, recordarme mi esencia, cuidate, quiérete y disfruta.

No sé si a vosotros os pasa. En mi caso, es una constante en mi vida: llegan etapas en las que leo y escribo sin parar; luego llegan otras en las que no hay nada que me dé más pereza en el mundo.

Bueno, pues llevaba un tiempo instalada en la segunda. Y de repente, no me preguntéis por qué, he vuelto a la primera.

Lo que pretendo con esta entrada, de forma breve (porque estoy sentadita en una terraza disfrutando de «De qué hablo cuando hablo de correr» y de un agua sin gas fría y una tapa de tortilla y croquetas de verdad) es transmitir que los libros y la escritura sientan bien.

Cuando cierro mi libretita marrón, llena de celo porque se estaba haciendo añicos de tanto pasearla en el bolso, o cuando hago una pausa en el libro de turno, normalmente lo hago con la misma sensación: no sé calificarla.

Es una sensación muy concreta que solo viene en estas dos situaciones. Pero me llena. Y habitualmente me hace sonreír.

Así que, conozcan o no esas dos etapas de las que les hablaba al inicio, lean! Escriban! Sienta bien! Es fantástico! Llena!

Sigo con mi agua sin gas fría… Y con mi libro y mi libreta… Ya no queda tortilla ni croquetas…

En algún momento de esta semana mi madre compartió en Facebook una noticia que contaba la situación vivida por una familia que tenía que desplazarse urgentemente en avión para que trasplantasen a un niño y que tuvo problemas con la primera compañía aérea por temas de protocolos de actuación.

Dejando a un lado en este momento mi opinión sobre los protocolos de actuación (alineada con el entorpecimiento que muchas veces provocan), la noticia me llevó, a pesar de lo triste de la historia, a reflexionar sobre la necesidad de las personas aun a pesar de la constante (y a veces peligrosa) evolución de las máquinas.

Y es que en este supuesto concreto fue una persona, seguro, la que dio un golpe sobre la mesa al tiempo que decía «a la mierda los protocolos!».

La primera compañía aérea entendió, ajustándose a ese (dichoso) protocolo que como la familia se presentó en el aeropuerto sin billete y con menos de dos horas de antelación a la salida del vuelo que pretendían coger no era posible aceptarles sin tener en cuenta (malditas máquinas _las propiamente dichas y las que son algunas personas_) que la razón no era otra que una llamada de un hospital para que se personaran de forma urgente en un hospital a fin de realizar un transplante esperado desde hacía dos años por un niño de diez.

Así que la familia se tuvo que dirigir a otra compañía, con el mismo protocolo o parecido, en el que un ser humano pensante decidió, como dije antes, que «a la mierda los protocolos» y que la situación era lo suficientemente excepcional como para actuar con lógica y conciencia y subir a esa familia al avión.

Y entonces yo voy y me tranquilizo. Y pienso que las máquinas solas no servirán para nada. Porque una máquina no puede aplicar la lógica que manda la conciencia. Porque una máquina no puede ponerse en mi lugar ni el en tuyo cuando se trata de familia y de amor. 

Personas que a veces piensan que se están convirtiendo en máquinas… Vuelvan a ser personas del todo! Les necesitamos!!

Llega un momento en el que, cuando eres consciente de que tienes a gilipollas delante, no puedes seguir discutiendo… Porque ahí abajo, en la gilipollez, te ganan seguro…

 

Conducir de noche mola: hay menos tráfico y más compañerismo.

 

Siempre que conduzca de noche y pase por un peaje recordaré esa escena de Bar Coyote en la que el padre les pide a sus compis un homenaje para su niña bonita, y se monta un espectáculo de luz y color.

 

No hay que tener miedo a la segunda vez cuando la cagaste la primera. No puedes rayar un coche cada vez que entres en el garaje… 🙂

La fe.

Publicado: noviembre 30, 2013 en Reflexiones cotidianas.-
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Pocas muestras de fe tan profundas como la de los que estamos haciendo cola para comprar lotería en Dña. Manolita verás.

Y es que esto de la fe y la lotería va de la mano, oye.

Es curioso. Y para hacer un análisis del comportamiento humano tienes chicha de sobra.

Lo primero a estudiar es el sistema.

Es tal la cantidad de gente que viene a comprar aquí su lotería de Navidad que hay un sistema de control montado que impresiona.

Tú das la vuelta a la esquina y crees que en el primer hueco de gente acaba la fila. Pero no! Unas personas con chalecos amarillos organizan la fila y, dentro de ella, sus tramos. Esto va por tramos para i) permitir que la gente que quiere desplazarse de un lado q otro de la calle pueda hacerlo sin pedir permiso y ii) que los locales vecinos no sientan que sus puertas están blindadas por los futuros nuevos ricos madrileños.

Además, el personal amarillo grita, como si de un rebaño se tratara, «Doña Manolitaaaaaaaaaaaa». Y entonces todas las ovejas sabemos que toca caminar para estar un poco más cerca de ese décimo premiado.

Y lo segundo a analizar son las personas. Podemos hacer dos grupos principales: el de los que forman la cola y el de los que caminan al lado. Y dentro de estos dos, varias divisiones.

Dentro del grupo que forma la cola nos encontramos con varios especímenes:

A) Aquellos que aprovechan la cola para acabar ese maldito libro.

B) Aquellos otros para los que la cola es un bar improvisado. Se reúnen con los amigos, charlan, y, como son varios, están perfectamente organizados para hacer acopio de bebida y comida que permita conservar el calor.

C) Luego están los que no quieren estar aquí y están. Esos son un coñazo porque te taladran la oreja y hacen que tu positivismo por llegar antes de que cierren decaiga por momentos.

D) También están los que aprovechan para llamar a ese amigo que todos tenemos que por teléfono se enrolla como si fuera la última vez q va a hablar x ese medio.

E) Y al anterior espécimen se une el de los que también llaman pero para saber qué terminación comprar. En serio crees q vas a llegar? Iluso!

F) Además te puedes encontrar con alguno que aprovecha para hacer un exhaustivo análisis de la arquitectura madrileña y de la microeconomía.

G) Por último (aunque podría seguir) estamos algunos como yo. Tarados.

En cuanto al segundo grupo, el de los que pasan alrededor, pues una vez más podemos hacer varias subdivisiones:

1. Hay un primer grupito de curiosos. Si se comunicaran entre ellos se ahorrarían saliva. Pero, claro, no se conocen. Cada 10 minutos aproximadamente aparece alguien que pregunta: «Disculpa, esta cola para qué es?».

2. Cuando contestas, se abren tres subgrupos:

• El de los que se descojonan.

• El de los que se unen.

• Y el de los que se quedan sin habla.

El primero y el tercero son los más comunes.

3. Luego hay otro grupo de gente ajena a la cola que se dedica a informar a sus amigos turistas sobre que lo que está sucediendo. Pues más o menos como lo estoy haciendo yo aquí.

4. Además está el grupo de los que no saben que hay tramos. Y entonces pasan por el medio y… Te pisan. (Pues a mí me va a tocar la lotería y a ti no por pisarme, gilipollas!).

5. Y, por último, está mi grupo favorito dentro de los extraños: el de los que cantan como los niños de San Ildefonso. Más monos!!! No saben la de energía positiva que nos envían y lo que refuerzan nuestra fe cuando escuchamos… «Catorce mil trescientos doceeeeeeeeeee!!!!!!!! Cien millones de eurosssssssss». Gracias. De corazón, gracias.

En fin, que esto es una aventura… Te dejo, que tengo que devolver una llamada de esas largas, y luego empezar a preguntar terminaciones…

Ea.

Un viernes de noviembre.

Publicado: noviembre 15, 2013 en Reflexiones cotidianas.-, Salud!

Por fin es viernes. Han sido dos semanas duras, pero ya han pasado.

Y, como siempre, la recompensa aparece.

Aparece en palabras de agradecimiento de una buena amiga que no atraviesa su mejor momento… Lo superaremos juntas… Te lo aseguro!

Llega en una caña, con Las Voces del Desierto, ese libro al que curiosamente no le puse fecha, y que no sé cuánto lleva en mi librería de «no leídos». Y que tanto me revuelve por dentro y me hace pensar. Es un privilegio tener tiempo para leerte.

Viene con la conversación de unos chavales de pocos años que fueron juntos al cole, que se acaban de reencontrar (entre ellos y con uno de sus profes) después de mucho tiempo, y que hablar de arte con una facilidad que me deja pasmada.

También recibo la recompensa a través de un buen amigo al que ahora veo menos (pero que siempre llevo conmigo) y que me ha hecho un hueco en la noche de hoy.

También llegas con un «a ti» que en realidad significa «y tú», pero sí… Nos entendemos!

Por último, vienes, recompensa, con la visita de otro buen amigo francés que ha cogido un avión para estar menos de 72 en Madrid. El Mercado de San Antón se sentirá honrado con tu presencia.

Gracias, vida!

A la vuestra!

Sabela.

A veces estás perdido… O perdiendo… Perdiendo las ganas… Perdiendo la ilusión… Perdiendo la esperanza… Perdiendo la cabeza… Perdiendo las razones… Perdiendo el norte… Perdiéndote.

Y entonces la vida da un golpe sobre la mesa. Y retumba. El sonido de ese golpe resuena en tu cabeza. Y hace eco.

Y despiertas. El despertar no es fácil. Así que échale huevos.

Pon la línea. Separa lo que vale y lo que no. Diferencia lo que importa de lo que carece de valor. Haz la lista de los pros y los contras. Saca la paja.

Sólo entonces, decide.

Tómate tu tiempo.

No hay prisa.

No hay presión.

Piensa en ti, en tus circunstancias.

Déjate llevar por lo que sientes, y no por lo que piensas. Déjate llevar por lo que sientes, no por lo que sienten. Déjate llevar por lo que sientes, no por lo que piensan.

Sólo entonces, decide.

Y decidirás bien.

Como dice Camus, la libertad no es nada más que una oportunidad para ser mejor.

Libros.

Publicado: junio 22, 2013 en Reflexiones cotidianas.-
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Muchas veces me pregunto por qué cae un libro en mis manos… Por qué me lo compro o por qué alguien se decide a regalármelo…

Y, después de leerlo, casi siempre encuentro la respuesta.

Acabo de empezar uno nuevo y me pregunto si, con este título, también esta vez la encontraré.

Que tengan un feliz San Juan!

Este finde ha sido de esos divertidos y completos. Vamos, que ha sido un finde de esos que molan.

Imagino que, por el título de esta entrada, ya te puedes hacer una idea de a qué me refiero.

Pues sí… El viernes la semana había podido conmigo, así que me quedé en casa… Mientras enredaba por la cocina, a eso de las diez de la noche, encendí la tele y puse TVE2.

La verdad, fue todo un descubrimiento.

Primero vi “Como nos reímos” o, lo que es lo mismo, un especial sobre el gran Gila, que no sé si hacen a menudo, si fue casualidad o si es que TVE2 sabía que me hacía falta reír y lo metieron ahí, para animarme un poco.

Luego enganché con “Con una sonrisa”, un reportaje sobre unos chicos discapacitados que iban a trabajar a un hotel por primera vez. La verdad es que me hizo reflexionar porque reparé en cosas que hacía tiempo que no me planteaba como, por ejemplo, lo importante del sentido de la orientación, la gran barrera que a veces supone una timidez consecuencia del miedo a lo que después vendrá (aunque a veces no haya «después» o no venga nada), o la necesidad de ver un ejemplo para poder entender qué nos están planteando y repetirlo después.

Sin quererlo seguí prestando atención a lo que vino después, “Atención Obras”, embargada por un grande como Juan Diego Botto. Dejando a un lado esa mirada profunda tan suya, qué bonito habla este hombre a pesar de la dureza del contenido de sus palabras en muchas ocasiones. Habló sobre “Un trozo invisible de este mundo”, la obra que le está trayendo merecidos éxitos y que, sin lugar a dudas, es un must de la temporada, como supongo que lo es el libro que trae causa de la obra y que tengo pendiente. Como dijo Cayetana, ojalá este proyecto sirva para que podamos cargarnos el “in” y pasemos a hablar de “Un trozo visible de este mundo”.

Y después, “Mujeres” de Coque Malla, un recorrido sobre el nuevo disco a la venta desde el pasado 23 de abril y en el que colaboran con él mujerones de la talla de Leonor Watling, Rebeca Jiménez, Ángela Molina, Alondra Bentley y Annie B. Sweet, entre otras.

Y así, que si una cosa, que si otra, me dieron las dos de la mañana. Pero oye, que pocas veces puedo decir que me voy a dormir contenta a pesar de haber pasado más de tres horas delante de la caja tonta, así que chapeau para TVE2.

El sábado me levanté a eso de las once y me fui a desayunar a mi terraza, con mi periódico, mi libro, mi revista, e hice esas cosas que hago siempre, pero hasta la una y media…  Porque a las dos había quedado conmigo misma en el Thyssen para ver la expo de Hiperrealismo que tenía pendiente y temía perder.

Si no recuerdo mal, la exposición está formada por sesenta obras de, entre otros, David Parrisch, Tom Blackwell, Ron Kleemann, Jonh Kacere, Ben Schonzeit, Richard Estes, Chuck Close…

Bueno, pues la verdad es que la exposición me encantó. Y si quieres saber por qué, ahí van mis dos principales razones:

      I.     Es verdaderamente sorprendente que se trate de pintura. De hecho, al principio no te lo crees. Tú llegas allí sabiendo que vas a ver cuadros pintados, pero cuando estás delante del primero no las tienes todas contigo. Y es entonces cuando ves la reacción que los fotorrealistas provocan con sus obras: estabas a dos metros del cuadro pero esa desconfianza te ha obligado a acercarte hasta quedar a apenas 30 centímetros que ya sí te permiten percibir las pinceladas.

En ese momento entiendes de qué va esto del hiperrealismo o fotorrealismo, y ya te has enganchado.

    II.     Una vez que eres plenamente consciente de que lo que parecía una fotografía es, en realidad, una pintura, porque lo has comprobado, cuestiones como la luz, que en algunas obras casi te deslumbra, el cristal y el metal, que adquieren un nuevo significado, las partes borrosas (cómo coño hacen eso?!), o la velocidad de los transeúntes, te flipan.

Y una vez que la gran sorpresa te ha abandonado, y solo queda la sorpresa, a secas, te fijarás en los temas sobre los que trata la muestra. Y si eres como yo, te quedarás con algunas de estas obras, que, maldita sea, nunca podrás tener en el salón, baño o dormitorio de tu casa:

Paragon, 1988. Charles Bell.

La luz que desprende esta obra al natural es brutal y en la imagen no se percibe ni la mitad. El blanco, créeme, parece que va a deslumbrarte.

Paragon

Maniquí con lentejuelas, 1995. Tom Blackwell.

Además de pintar motos, Blackwell se flipaba con los escaparates. A mí me flipa lo que refleja el cristal de este.

 Maniquí c lentejuelas

G-III, 1979. Don Eddy.

Aunque, nuevamente, verlo al natural no tiene nada que ver con la imagen que traigo a la entrada, era necesario nombrar esta obra de Eddy.

G-III

Reina, 1976. Audrey Flack.

Esta obra está en la primera sala de la exposición. Y sin quererlo, la vista se va a la naranja. Es verdad que en la foto no parece que esté tan bien hecha, pero te prometo que si ves el cuadro, te dan ganas de acercar la nariz y abrir la boca. Además, el título me parece perfecto para los objetos que contiene. ¿Habrá pensado antes el título o pintado los objetos? En cualquier caso, la Reina es ella. Una pena que dejase la pintura para dedicarse a la escultura.

Reina

Shiva Blue, 1972-1973. Audrey Flack.

Esta obra, también de Audrey, es de esas que me llevan preguntarme cómo coño hacen el efecto borroso. Porque vale, con Instagram yo lo hago todos los días, pero conseguir el mismo efecto pintando… No acabo de verlo, aunque lo veo. Me parece increíble.

Shiva Blue

Los favoritos de América, 1989. Ralph Goings.

Cristal, metal y reflejo. Reflejo de su estilo de vida americano, al igual que los camiones, las furgos y las autocaravanas aparcados delante restaurantes, supermercados y sitios de comida rápida.

Si algún día tengo el valor de poner un cuadro en la cocina, será este (una imitación, claro).

Los favoritos de América

El Arno al atardecer, 2007. Anthony Brunelli.

Cuando la vi me tele-transporté. Aunque se trata de Florencia, y no de Pisa, no pude evitar recordar la cantidad de horas que pasé en aquel muro del Ponte di Mezzo.

El Arno al atardecer

Reunión, 2012. Roberto Bernardi.

Un bodegón lleno de color que, de nuevo, consigue que casi pegues la cabeza al cuadro para intentar comprender, sin lograrlo, cómo es posible alcanzar ese efecto cristalino tan tan real. Creo que es mi favorito y que por eso lo he dejado para el final.

Reunion

En fin, que esta exposición merece mucho la pena y te la recomiendo sin dudarlo.

Tanto me ha gustado a mí que he empezado a investigar, y tan pronto tenga un hueco me pasaré por la Galería ANSORENA, en Alcalá, 52, a ver Madrid desde la óptica de José Miguel Palacio.

Después de ver esto, subí a la segunda planta del Thyssen, para empezar con la Colección Permanente, porque esto no puede ser… Conseguí ver 21 salas, de las sesenta y pico que tiene… Acabé mareada, la verdad, aunque con unas notas bien apañadas:

San Juan Bautista, de Vivarini.

Este hombre quiso pintar a un sexy… Porque esos ojos, esa boca y esa pose con la mano… Sin palabras.

San Juan Bautista

Cosme I de Medici con armadura, de Bronzino.

Pablo Puyol de UPA DANCE. Ahí queda eso.

Cosme I de Medici con armadura

Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos, de un “medio-anónimo”, porque se sabe que era alemán, activo en Suabia hacia 1515.

Sin más, pero es que yo me llamo Sabela y celebro mi santo el 4 de julio, con independencia de la independencia, que es el día de Santa Isabel de Portugal, y la Santa tiene una leyenda muy chula que me ha recordado este cuadro:

Se dice que, como en el cuadro, un día que Isabel volvía de dar pan a los mendigos, el Rey, que no era tan majo como ella, le preguntó sobre lo que llevaba escondido en el delantal.

Ella, asustada y perfecta conocedora de la bronca que le podía caer, contestó que llevaba rosas.

El Rey, que no entendía cómo era posible llevar rosas en el mes de enero, le pidió que se lo mostrase, y cuando ella abrió el delantal y dejó caer su contenido, lo que antes había sido pan ahora eran pétalos de rosa…

Bonita, eh???

Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos

Caballeros y soldados jugando a los dados la capa de Cristo, de Baegert.

Premio para el que encuentre los dados! Yo todavía los busco en ratos muertos, como si jugase a las siete diferencias…

Caballeros y soldados jugando a los dados la capa de Cristo

El santo entierro, de Burgkmair.

No me creo que el primero y el último estén soportando el peso que debieran. Se supone que el primero es que lleva la mayor parte del peso… Pues yo tan campante que le veo, oye… El del medio… Ese sí que tiene manos de estar fastidiado…

El santo entierro

San Jerónimo penitente, de Ribera.

Recórdame a Xosé Manuel Beiras.

San Jerónimo penitente

David con la cabeza de Goliat y dos soldados, de Valentin de Boulogne.

Si yo fuese David, estaría mucho más contenta.

David con la cabeza de Goliat y dos soldados

Vista del Canal Grande con Santa María della Salute, de Marieschi.

Si no has ido, has de ir.

Vista del Canal Grande con Santa María della Salute

Las cosquillas, de Longhi.

Lo hice y me lo hicieron. Probablemente, en ambas ocasiones, las caras eran las mismas que la de la niña del fondo.

Las cosquillas

(Nota: creo que todos los comentarios son consecuencia del mareo, pero aún así, volveré, a ver las cuarenta y pico salas que todavía me faltan…).

Cuando se me había pasado el mareo, cogí el metro y volví a casa, pensando en escribir todo lo que acabo de escribir ahora, pero me entretuve leyendo, hasta que mi amiga Alba me escribió con nuevo plan:

“Sabe, vamos a ver The Hole. Es a las 22 hs. Invito yo”.

Cualquiera se negaba!

Así que allí me fui, pensando que siempre había pensado que algún día vería tal espectáculo, sin saber lo que estaba diciendo…

Y es que The Hole, no para todos los públicos, hay que verlo y demasiado tardé yo.

Resulta muy difícil contar de qué va, así que ni voy a intentarlo. Solo te voy a decir que es un E-S-P-E-C-T-Á-C-U-L-O, y que las letras C, U, L y O, tienen más importancia de la que crees. También te digo que si quieres pasar un buen rato, tener la sensación de no saber qué va a ocurrir en el siguiente minuto continuamente, reír, reflexionar, y salir con un subidón, con esta te acercarás mucho a conseguirlo. Además, Álex O`Dogherty es un figura que no puedes perderte así como así…

Luego una cervecita, y para casa, que se acerca un puente que promete ser memorable.

Y hoy… Pues hoy repetí jugada de desayuno, aunque sin terraza porque hace un frío que pela, y después me fui a comprobar en primera persona las maravillas que cuentan mis amigas de “las-chinas-del-barrio-que-hacen-la-manicura”.

Oye, pues salí encantada.

No voy a subir ninguna foto de mis manos, porque entonces esto se asemejaría más a un blog de estos que tanto se estilan sobre… Sobre esas cosas de chicas… Y no a lo que yo quiero que se asemeje… Y es que, además, no entiendo nada de eso ni tampoco es mi intención entender, pero sí te voy a decir que ese lugar es otro mundo:

Entras por la puerta y, con suerte, hay un asiento vacío.

Todas las especies femeninas del barrio que te puedas imaginar están allí dentro condensadas: la vecina del quinto, la motera del edificio de enfrente, la señora operada de la calle paralela que nunca sé cómo se llama (la calle, no la señora, que se llama Manuela), y la madre de la estudiante de Magallanes, holandesa y con residencia en Marbella, que pide unas uñas ni redondas ni cuadradas, sino intermedias…

Yo me senté donde me dijeron después de decir que quería que “me arreglasen las manos” y me dejé hacer…

Primero acetona rosácea, luego limamos (yo siempre redondas), después agua caliente (tengo una herida en un dedo y no veas cómo me dolió), y secamos.

Aparato nº 1 para echar atrás la cutícula; aparato nº 2 para quitar la cutícula y pielecillas varias adyacentes; aparato nº 3, para quitar pielecillas distintas de las anteriores.

Líquido nº 1 para las cutículas.

Y que si vaya día está… Y que si llueve… Y que si vaya frío que hace…

Lima nº 1 para no sé qué… Lima nº 2 para no sé qué… Lima nº 3 para no sé qué…

Líquido nº 2 para limpiar…

Crema hidratante (digo yo) y masaje de manos, con ruidos raros varios, que sin que te des cuenta llega al hombro… Y para que te espabiles, un par de leches bien dadas en el brazo…

Y a pintar!

Qué perfección, oye… No les tiembla el pulso ni aunque lo pretendan… Pero es que me he fijado yo en que hay truco… Porque si pones la mano así, mientras sujetas el bote de esmalte, el dedo este que tú sabes se apoya en ese otro y entonces hace palanca, y claro… Obvio.

Un par de manos de pintura y al secador.

Pensé que se me acatarraban las manos!!! Pero la china molona se dio cuenta y puso un poco de calorcito…

Ale, a esperar… Porque el secado es lo más importante… Que si no luego se escarchan!!!

En fin, que no sé cuándo verás otra vez mi despliegue de medios en la cocina, para tener unas manos decentes, porque estas mujeres son fantásticas y aunque hoy ha sido mi primera vez, no tengo ninguna duda de que no será la última.

Como ves, he tenido un finde de lo más completo, y lo mejor es que todavía no ha acabado, así que me voy a enredar a otro lado, que seguro que aún puedo hacer algo más… Como, por ejemplo, tomarme una Estrella Galicia. 😉