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Este finde ha sido de esos divertidos y completos. Vamos, que ha sido un finde de esos que molan.

Imagino que, por el título de esta entrada, ya te puedes hacer una idea de a qué me refiero.

Pues sí… El viernes la semana había podido conmigo, así que me quedé en casa… Mientras enredaba por la cocina, a eso de las diez de la noche, encendí la tele y puse TVE2.

La verdad, fue todo un descubrimiento.

Primero vi “Como nos reímos” o, lo que es lo mismo, un especial sobre el gran Gila, que no sé si hacen a menudo, si fue casualidad o si es que TVE2 sabía que me hacía falta reír y lo metieron ahí, para animarme un poco.

Luego enganché con “Con una sonrisa”, un reportaje sobre unos chicos discapacitados que iban a trabajar a un hotel por primera vez. La verdad es que me hizo reflexionar porque reparé en cosas que hacía tiempo que no me planteaba como, por ejemplo, lo importante del sentido de la orientación, la gran barrera que a veces supone una timidez consecuencia del miedo a lo que después vendrá (aunque a veces no haya «después» o no venga nada), o la necesidad de ver un ejemplo para poder entender qué nos están planteando y repetirlo después.

Sin quererlo seguí prestando atención a lo que vino después, “Atención Obras”, embargada por un grande como Juan Diego Botto. Dejando a un lado esa mirada profunda tan suya, qué bonito habla este hombre a pesar de la dureza del contenido de sus palabras en muchas ocasiones. Habló sobre “Un trozo invisible de este mundo”, la obra que le está trayendo merecidos éxitos y que, sin lugar a dudas, es un must de la temporada, como supongo que lo es el libro que trae causa de la obra y que tengo pendiente. Como dijo Cayetana, ojalá este proyecto sirva para que podamos cargarnos el “in” y pasemos a hablar de “Un trozo visible de este mundo”.

Y después, “Mujeres” de Coque Malla, un recorrido sobre el nuevo disco a la venta desde el pasado 23 de abril y en el que colaboran con él mujerones de la talla de Leonor Watling, Rebeca Jiménez, Ángela Molina, Alondra Bentley y Annie B. Sweet, entre otras.

Y así, que si una cosa, que si otra, me dieron las dos de la mañana. Pero oye, que pocas veces puedo decir que me voy a dormir contenta a pesar de haber pasado más de tres horas delante de la caja tonta, así que chapeau para TVE2.

El sábado me levanté a eso de las once y me fui a desayunar a mi terraza, con mi periódico, mi libro, mi revista, e hice esas cosas que hago siempre, pero hasta la una y media…  Porque a las dos había quedado conmigo misma en el Thyssen para ver la expo de Hiperrealismo que tenía pendiente y temía perder.

Si no recuerdo mal, la exposición está formada por sesenta obras de, entre otros, David Parrisch, Tom Blackwell, Ron Kleemann, Jonh Kacere, Ben Schonzeit, Richard Estes, Chuck Close…

Bueno, pues la verdad es que la exposición me encantó. Y si quieres saber por qué, ahí van mis dos principales razones:

      I.     Es verdaderamente sorprendente que se trate de pintura. De hecho, al principio no te lo crees. Tú llegas allí sabiendo que vas a ver cuadros pintados, pero cuando estás delante del primero no las tienes todas contigo. Y es entonces cuando ves la reacción que los fotorrealistas provocan con sus obras: estabas a dos metros del cuadro pero esa desconfianza te ha obligado a acercarte hasta quedar a apenas 30 centímetros que ya sí te permiten percibir las pinceladas.

En ese momento entiendes de qué va esto del hiperrealismo o fotorrealismo, y ya te has enganchado.

    II.     Una vez que eres plenamente consciente de que lo que parecía una fotografía es, en realidad, una pintura, porque lo has comprobado, cuestiones como la luz, que en algunas obras casi te deslumbra, el cristal y el metal, que adquieren un nuevo significado, las partes borrosas (cómo coño hacen eso?!), o la velocidad de los transeúntes, te flipan.

Y una vez que la gran sorpresa te ha abandonado, y solo queda la sorpresa, a secas, te fijarás en los temas sobre los que trata la muestra. Y si eres como yo, te quedarás con algunas de estas obras, que, maldita sea, nunca podrás tener en el salón, baño o dormitorio de tu casa:

Paragon, 1988. Charles Bell.

La luz que desprende esta obra al natural es brutal y en la imagen no se percibe ni la mitad. El blanco, créeme, parece que va a deslumbrarte.

Paragon

Maniquí con lentejuelas, 1995. Tom Blackwell.

Además de pintar motos, Blackwell se flipaba con los escaparates. A mí me flipa lo que refleja el cristal de este.

 Maniquí c lentejuelas

G-III, 1979. Don Eddy.

Aunque, nuevamente, verlo al natural no tiene nada que ver con la imagen que traigo a la entrada, era necesario nombrar esta obra de Eddy.

G-III

Reina, 1976. Audrey Flack.

Esta obra está en la primera sala de la exposición. Y sin quererlo, la vista se va a la naranja. Es verdad que en la foto no parece que esté tan bien hecha, pero te prometo que si ves el cuadro, te dan ganas de acercar la nariz y abrir la boca. Además, el título me parece perfecto para los objetos que contiene. ¿Habrá pensado antes el título o pintado los objetos? En cualquier caso, la Reina es ella. Una pena que dejase la pintura para dedicarse a la escultura.

Reina

Shiva Blue, 1972-1973. Audrey Flack.

Esta obra, también de Audrey, es de esas que me llevan preguntarme cómo coño hacen el efecto borroso. Porque vale, con Instagram yo lo hago todos los días, pero conseguir el mismo efecto pintando… No acabo de verlo, aunque lo veo. Me parece increíble.

Shiva Blue

Los favoritos de América, 1989. Ralph Goings.

Cristal, metal y reflejo. Reflejo de su estilo de vida americano, al igual que los camiones, las furgos y las autocaravanas aparcados delante restaurantes, supermercados y sitios de comida rápida.

Si algún día tengo el valor de poner un cuadro en la cocina, será este (una imitación, claro).

Los favoritos de América

El Arno al atardecer, 2007. Anthony Brunelli.

Cuando la vi me tele-transporté. Aunque se trata de Florencia, y no de Pisa, no pude evitar recordar la cantidad de horas que pasé en aquel muro del Ponte di Mezzo.

El Arno al atardecer

Reunión, 2012. Roberto Bernardi.

Un bodegón lleno de color que, de nuevo, consigue que casi pegues la cabeza al cuadro para intentar comprender, sin lograrlo, cómo es posible alcanzar ese efecto cristalino tan tan real. Creo que es mi favorito y que por eso lo he dejado para el final.

Reunion

En fin, que esta exposición merece mucho la pena y te la recomiendo sin dudarlo.

Tanto me ha gustado a mí que he empezado a investigar, y tan pronto tenga un hueco me pasaré por la Galería ANSORENA, en Alcalá, 52, a ver Madrid desde la óptica de José Miguel Palacio.

Después de ver esto, subí a la segunda planta del Thyssen, para empezar con la Colección Permanente, porque esto no puede ser… Conseguí ver 21 salas, de las sesenta y pico que tiene… Acabé mareada, la verdad, aunque con unas notas bien apañadas:

San Juan Bautista, de Vivarini.

Este hombre quiso pintar a un sexy… Porque esos ojos, esa boca y esa pose con la mano… Sin palabras.

San Juan Bautista

Cosme I de Medici con armadura, de Bronzino.

Pablo Puyol de UPA DANCE. Ahí queda eso.

Cosme I de Medici con armadura

Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos, de un “medio-anónimo”, porque se sabe que era alemán, activo en Suabia hacia 1515.

Sin más, pero es que yo me llamo Sabela y celebro mi santo el 4 de julio, con independencia de la independencia, que es el día de Santa Isabel de Portugal, y la Santa tiene una leyenda muy chula que me ha recordado este cuadro:

Se dice que, como en el cuadro, un día que Isabel volvía de dar pan a los mendigos, el Rey, que no era tan majo como ella, le preguntó sobre lo que llevaba escondido en el delantal.

Ella, asustada y perfecta conocedora de la bronca que le podía caer, contestó que llevaba rosas.

El Rey, que no entendía cómo era posible llevar rosas en el mes de enero, le pidió que se lo mostrase, y cuando ella abrió el delantal y dejó caer su contenido, lo que antes había sido pan ahora eran pétalos de rosa…

Bonita, eh???

Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos

Caballeros y soldados jugando a los dados la capa de Cristo, de Baegert.

Premio para el que encuentre los dados! Yo todavía los busco en ratos muertos, como si jugase a las siete diferencias…

Caballeros y soldados jugando a los dados la capa de Cristo

El santo entierro, de Burgkmair.

No me creo que el primero y el último estén soportando el peso que debieran. Se supone que el primero es que lleva la mayor parte del peso… Pues yo tan campante que le veo, oye… El del medio… Ese sí que tiene manos de estar fastidiado…

El santo entierro

San Jerónimo penitente, de Ribera.

Recórdame a Xosé Manuel Beiras.

San Jerónimo penitente

David con la cabeza de Goliat y dos soldados, de Valentin de Boulogne.

Si yo fuese David, estaría mucho más contenta.

David con la cabeza de Goliat y dos soldados

Vista del Canal Grande con Santa María della Salute, de Marieschi.

Si no has ido, has de ir.

Vista del Canal Grande con Santa María della Salute

Las cosquillas, de Longhi.

Lo hice y me lo hicieron. Probablemente, en ambas ocasiones, las caras eran las mismas que la de la niña del fondo.

Las cosquillas

(Nota: creo que todos los comentarios son consecuencia del mareo, pero aún así, volveré, a ver las cuarenta y pico salas que todavía me faltan…).

Cuando se me había pasado el mareo, cogí el metro y volví a casa, pensando en escribir todo lo que acabo de escribir ahora, pero me entretuve leyendo, hasta que mi amiga Alba me escribió con nuevo plan:

“Sabe, vamos a ver The Hole. Es a las 22 hs. Invito yo”.

Cualquiera se negaba!

Así que allí me fui, pensando que siempre había pensado que algún día vería tal espectáculo, sin saber lo que estaba diciendo…

Y es que The Hole, no para todos los públicos, hay que verlo y demasiado tardé yo.

Resulta muy difícil contar de qué va, así que ni voy a intentarlo. Solo te voy a decir que es un E-S-P-E-C-T-Á-C-U-L-O, y que las letras C, U, L y O, tienen más importancia de la que crees. También te digo que si quieres pasar un buen rato, tener la sensación de no saber qué va a ocurrir en el siguiente minuto continuamente, reír, reflexionar, y salir con un subidón, con esta te acercarás mucho a conseguirlo. Además, Álex O`Dogherty es un figura que no puedes perderte así como así…

Luego una cervecita, y para casa, que se acerca un puente que promete ser memorable.

Y hoy… Pues hoy repetí jugada de desayuno, aunque sin terraza porque hace un frío que pela, y después me fui a comprobar en primera persona las maravillas que cuentan mis amigas de “las-chinas-del-barrio-que-hacen-la-manicura”.

Oye, pues salí encantada.

No voy a subir ninguna foto de mis manos, porque entonces esto se asemejaría más a un blog de estos que tanto se estilan sobre… Sobre esas cosas de chicas… Y no a lo que yo quiero que se asemeje… Y es que, además, no entiendo nada de eso ni tampoco es mi intención entender, pero sí te voy a decir que ese lugar es otro mundo:

Entras por la puerta y, con suerte, hay un asiento vacío.

Todas las especies femeninas del barrio que te puedas imaginar están allí dentro condensadas: la vecina del quinto, la motera del edificio de enfrente, la señora operada de la calle paralela que nunca sé cómo se llama (la calle, no la señora, que se llama Manuela), y la madre de la estudiante de Magallanes, holandesa y con residencia en Marbella, que pide unas uñas ni redondas ni cuadradas, sino intermedias…

Yo me senté donde me dijeron después de decir que quería que “me arreglasen las manos” y me dejé hacer…

Primero acetona rosácea, luego limamos (yo siempre redondas), después agua caliente (tengo una herida en un dedo y no veas cómo me dolió), y secamos.

Aparato nº 1 para echar atrás la cutícula; aparato nº 2 para quitar la cutícula y pielecillas varias adyacentes; aparato nº 3, para quitar pielecillas distintas de las anteriores.

Líquido nº 1 para las cutículas.

Y que si vaya día está… Y que si llueve… Y que si vaya frío que hace…

Lima nº 1 para no sé qué… Lima nº 2 para no sé qué… Lima nº 3 para no sé qué…

Líquido nº 2 para limpiar…

Crema hidratante (digo yo) y masaje de manos, con ruidos raros varios, que sin que te des cuenta llega al hombro… Y para que te espabiles, un par de leches bien dadas en el brazo…

Y a pintar!

Qué perfección, oye… No les tiembla el pulso ni aunque lo pretendan… Pero es que me he fijado yo en que hay truco… Porque si pones la mano así, mientras sujetas el bote de esmalte, el dedo este que tú sabes se apoya en ese otro y entonces hace palanca, y claro… Obvio.

Un par de manos de pintura y al secador.

Pensé que se me acatarraban las manos!!! Pero la china molona se dio cuenta y puso un poco de calorcito…

Ale, a esperar… Porque el secado es lo más importante… Que si no luego se escarchan!!!

En fin, que no sé cuándo verás otra vez mi despliegue de medios en la cocina, para tener unas manos decentes, porque estas mujeres son fantásticas y aunque hoy ha sido mi primera vez, no tengo ninguna duda de que no será la última.

Como ves, he tenido un finde de lo más completo, y lo mejor es que todavía no ha acabado, así que me voy a enredar a otro lado, que seguro que aún puedo hacer algo más… Como, por ejemplo, tomarme una Estrella Galicia. 😉