Esta mañana, después de una súper Master class de defensa personal, me fui con mi compi a desayunar a Rodilla.
El caso es que con lo que consumías te daban un papel para poner puntos y conseguir un peluche pequeñito.
Cuando estaba desayunando, escuché que una niña de 5 años le decía a su hermanita de 3: «Joooooo… Yo no tengo la culpa de que solo nos hayan dado tres puntos…».
Y entonces la llamé y le pregunté si quería mi punto. Me contesto rotundamente: «Sí, por favor». Lo despegué de mi papel y juntas lo pegamos en el suyo. Se fue muy contenta.
Diez minutos después llegó un hombre de unos 40 años al que también le dieron un papelito y un punto. Cuando acabó de desayunar me miró y me dijo: «Oye, te doy mi punto! Que yo no lo voy a usar!!». Le di las gracias. Después sonreí.