El día que, como hoy, descubro que sé obtener placer de cosas sencillas, me siento taannn afortunada que me quedo dormida con una sonrisa.
Y es que se puede ser feliz de tantas formas… Un paseo de vuelta a casa con una bolsa con huevos camperos y tomates de huerta en la mano; hacer la compra lentamente escuchando a Jason MRaz; mozzarella fresca para la ensalada con tomates «de verdad»; un solomillo de ternera increible para comer acompañado de un puré de patata casero; una copa de un buen rioja que me acompañe mientras cocino; el pijama; una crema nutritiva en la cara; dormirme antes de que den las 11 teniendo como último recuerdo Sympathique, de Pink Martini…
Señores, un día lo tiene la obrera…