Qué está pasando, preguntaba aquella buena mujer.-

Publicado: abril 6, 2013 en Reflexiones cotidianas.-
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Esta mañana de sábado la aproveché como sabes que más me gusta: me levanté a las doce y media, me duché, metí la Forbes en el bolso, compré El País y Hola, y me fui a mi terraza de siempre. Me tomé un zumo de naranja natural tamaño americano, un café con leche de esos con dibujo de corazón en la espuma, y una barrita con tomate y aceite. Leí El País tranquilamente (hoy sí, porque ayer esa misma terraza se convirtió en un centro de encuentros casuales con des-desconocidos y viejos amigos, y la Forbes volvió a casa tan poco leída como había llegado) , hablé con mi madre, compartí un rato con Marta…

Luego me fui a hacer la compra.

Siempre compro en el mismo supermercado, no porque sea fiel a su know-how, sus productos o su frutero especialista en aguacates y melones piel de sapo, sino porque me queda debajo de casa y odio caminar cargada más de quince metros y medio…

Así que nada, me enchufé los cascos, metí el periódico y las revistas en la cesta verde, y me dispuse a pasear, como de costumbre, por todos esos pasillos repletos de cosas. La búsqueda de mercancía fue tranquila (no como otras veces en las que suceden cosas que me sacan de quicio… https://coordenadasdexistencia.wordpress.com/2011/10/19/ir-a-hacer-la-compra-da-para-mucho/) y yo, personalmente, encontré todo lo que había ido a buscar.

Pero parece que algunas personas no opinaban lo mismo que yo…

Cuando llegué a la caja, y después de pasar el agobio ese de colocarlo todo rápido en la cinta y, casi como si estuviese haciendo salto de vallas, posicionarme al otro lado, esperando la bolsa esa que vale 5 céntimos cual perrillo hambriento, previa extracción de la cartera del bolso, y de la tarjeta y el DNI de la cartera, empecé a guardar mis cosas ordenadamente cuando escuché:

* Luis, esta señora quiere hablar contigo…

Y entonces apareció Luis, que debe de ser el súper encargado.

La señora, muy amable, aunque un poco enfadada, le dijo que había echado en falta muchos productos que pertenecían a su compra habitual y le preguntó qué estaba pasando…!!! El pobre de Luis puso cara de circunstancia y le contestó que quizá se habían agotado y que volviese mañana. Pero la señora, en absoluto conforme con tal respuesta vacía de contenido, lo miró sorprendida y le dijo que eso ya lo había hecho alguna otra vez y que, ahora, con datos en la mano, se había decidido a hablar con él para manifestarle su malestar. La conversación fue algo así como:

+ Mire Luis, no es que yo solo venga a comprar a este supermercado el gazpacho… Yo aquí hago la compra todos los días… Soy una cliente de siempre… Y, la verdad, que si el gazpacho, que si los quesitos de la Asturiana… En fin… Que son muchas cosas, Luis. Que ya no hay los productos que ha habido toda la vida… No pueden pedirlos a otro supermercado cuando se les acaben para que los que compramos aquí tengamos de todo?

– Señora, a nosotros nos marcanqué productos traer y qué productos no traer… Y si deciden que los quesitos se dejan de traer, pues se dejan de traer…

+ Ya, Luis… Pues creo que esto debería Ud. de hablarlo con sus superiores… Porque me parece una política equivocada y poco inteligente. Como le decía, yo no vengo aquí solo a comprar el gazpacho. Yo hago aquí la compra de todo. Y cada vez faltan más cosas de las que yo me llevo, así que me parece que lo que van a conseguir es que deje de ser su cliente… Y, créame, eso lo van a notar Uds. en el dinero… Vaya si lo van a notar…!!

En ese momento, las dos cajeras que me flanqueaban, hacían como que no escuchaban mientras miraban a la señora y al tal Luis de reojo y sonreían de lado… Yo… Pues qué quieres qué te diga… Dejé el salto de vallas y me trasladé a una partida de ajedrez…Seguí guardando las cosas en las bolsas a la velocidad de Kárpov en aquel campeonato mundial del 84…

– Señora, detrás de los productos que hay o no hay en un supermercado hay mucha historia… Los productos no se eligen porque sí… Nosotros no lo decidimos… Esto viene de arriba…

+ Pues con esos tiene Ud. que hablar, con los de arriba…!! Haga Ud. el favor de decirles que no estoy nada contenta con su manera de llevar esto…

– Se lo diré, señora, se lo diré…

+ Muy bien. Muchas gracias, Luis.

– Gracias a Ud.

Y ahí acabó la conversación y, con ella, parecía que acaba también el lío con los productos… La señora se fue a su caja y empezó su particular carrera de bstáculos… Pero entonces apareció «el mandado»…

Un hombre de aproximadamente 45 años, móvil en mano, se acercó a mi cajera y le dijo:

· Disculpe, señorita, sabe si tienen espinacas al ajillo?

Oooohhhh myyyyyy Godddddd…!!!!

La señora, desde su caja, esperaba con un ave de rapiña la respuesta… Y la cajera lo sabía… Sabía que de su respuesta dependían las orejas de los que estábamos allí en aquel preciso instante…

– Pues la verdad es que las había… Pero no sé si hoy las hay…

La señora empezó a hablar entre dientes aunque fui capaz de pillar un «si es que ya lo decía yo…». Entonces la segunda cajera se giró, recogiendo el guante de su  compañera, y le dijo al hombre:

– Sí que las había, sí… Eran de Findus…

«Exacto!! Eran las de Findus!!», dijo aquel hombre embargado por la emoción…

– Pues la verdad es que no sé si se han agotado o si es que ya…

Nooooooo!! No lo digas!!!! No digas que no las traeréis más…!!!

La señora ya había metido todo lo que había podido comprar (porque aún no lo habían dejado de traer) en sus bolsas, pero permanecía allí, con aire triunfal, esperando la resolución de la controversia… Y yo… Pues sí, seguía enredando haciéndome la loca… El caso es que las cajeras se miraron y entonces pude percibir una voz aguda al otro lado del móvil del caballero esperanzado…

· Mi mujer dice que siempre las ha habido. Que esas espinacas las tenéis siempre. Y en todos los supermercados. Y que no es posible que ahora ya no las tengáis…

La señora ahí seguía… Esperando… Lo que al final llegó:

– Mire, espere un momento… Fulana, llama a Luis, y dile que venga… Así este señor ya sabe si no las hay hoy o si es que no las…

El caballero devolvió el móvil a la oreja y le dijo, ganador, a la mujer:

· Cariño, va a venir Luis ahora a explicarme qué ha pasado con las espinacas al ajillo… Ahora te llamo y te cuento…

En ese momento la tristeza me inundó pensando en el pobre Luis, y en la señora, y en el gazpacho (que es que yo soy fan de uno, y como sea ese el que compra la señora…), y en las cajeras, y en las espinacas al ajillo, que no tienen la culpa de nada…

Recogí mis bolsas y mi red de barajas… Y me fui mientras retumbaba en mis oídos la pregunta de la señora…

+ Qué esta pasando…??

Llevo toda la tarde pensando en Luis, en el gazpacho, en los quesitos y en las espinacas a ajillo (eso estará bueno…?). Se habrán agotado hoy? O es que ya no las…?

Bueno, en fin, que me voy a leer lo que me queda de Forbes y luego a hacer un par de recados por el barrio… Y quizá me acerco a mirar qué gazpachos tienen y a comprar unas espinacas al ajillo, por aquello de saber de lo que hablo…

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