No somos conocedores de la información que guarda nuestro cerebro. No sabemos cuántos recuerdos permanecen ahí dentro, como un volcán dormido que espera una señal para echar fuera todo lo que le atormenta desde hace meses, años…
Y entonces un día te subes a un bus y todo vuelve. Y sonríes. Y los ojos se te llenan de lágrimas. Por los tiempos que fueron. Y no volverán a ser.
Y entonces das gracias por todo lo vivido. Sin esperar nada a cambio.